MAITE, AMA DE NADA, NO «SOBRA» NADA
Cierro los ojos y
visualizo una figura. Quizá sea Maite, Maite
Dono, ella (mujer), ella, fulgurante, viral, amante, desnuda, sagaz,
triste... la luna de
agosto dibuja y vislumbra su cuerpo, solitario poema, niña furiosa, que rompe
su garganta... Maite acostada, redimida, rendida... Es Maite, sí, allí
donde la tierra se une con la sangre, donde las «Sobras» se deshacen y se
funden con la mortalidad de los elementos.
Maite Dono, autora del poemario «Sobras», publicado
por El Gaviero Ediciones es un camaleón que viaja de su ser a
su no-ser, de un yo a otro, de una voz a un grito, de un recuerdo a un llanto,
de un sol a una noche, del amante al muerto, del muerto a la sangre. Su poesía
es orgánica, como la piel, nuestra piel, como todo lo que nos sobra pero no
podemos arrojar ni vaciar ni descargar... Su
voz, fundida con la sonoridad del ritmo, se hace silencio, se presume
asimétrica, se invade de placeres, de manos que ya no existen, de razones,
miles de razones que son poemas, versos que acarician cielos y pájaros, bóvedas
y cortinas, fobias y filias, sexo y suciedad, odio y arena.
«Con las uñas y los dientes del
silencio
He arrancado lentamente esta carne caliente
Humeante carne de amar
Humeante marmita de emoción
Emoción-revolución
Sólo siento
Sólo soy esto
Te jodes
He arrancado lentamente esta carne caliente
Humeante carne de amar
Humeante marmita de emoción
Emoción-revolución
Sólo siento
Sólo soy esto
Te jodes
...
Ahora siéntate y
escucha»
Los poemas de «Sobras» están repletos de criaturas, seres
marchitos, suicidas de medianoche, esperas sin relojes, visitas al infierno... los versos de Maite gritan
desde el poder de la gloria, desde la playa que nadie imagina, desde el
desierto pintado de noche, que no negro, pero sí tiniebla; desde el horizonte
culpable de amor/amar.
«Mi piel responde a la
brisa
Y tú
Quién demonios eres tú?»
Y tú
Quién demonios eres tú?»
Su poesía va más allá
de lo inquieto, sobrepasa lo real, desprecia lo dimensionable para convertirlo
en una celda donde todo, ella, Maite, se encierran para romper paredes y
cristales, arañar miedos y locuras. Se siente su cuerpo, su fuego, su luz, su
hambre, su sexo... esa
niña atrapada en el tiempo irreal de los relojes de arena, esa mujer con un
corazón ahogado, esa quietud calurosa del deseo que invade y duele.
Los versos de Maite penetran tu piel, inoculan tu cuerpo de métricas leyes y
morbosas imágenes. Te buscan, te penetran, te hieren, te marcan, te aman, te
odian... se expanden y arrasan el universo más humilde, ése que somos, que nos
sobra y nos roban; ése que mató el pasado.
«... Y por detrás de
la noche algo me acaricia
Es mi único alivio
Alguien me escupe entre los ojos
Alguien sabe
Es mi único alivio
Alguien me escupe entre los ojos
Alguien sabe
Me odio»
Lees a Maite y
escuchas la velocidad de la vida, la mortalidad del silencio, el vacío de las
llamas, el grito al final de la casa donde esperan los infames, los rebeldes,
los que nos matan con espacios preñados en blisters...
Lees a Maite y pides
que nunca acabe de contarnos que resistir es invadir de sobras nuestra vida. Lees a Maite y suplicas
despertar en un parque lleno de columpios oxidados, lees a Maite y juras volver
a querer/amar a todos aquellos que sobran de tu memoria... La plenitud
de sus palabras es el oleaje de su combate. La
capacidad de Maite para hacernos ver el (desván) que somos es mucho más que
magistral. La fuerza geofísica de su voz convierte la poesía en un gen a la
medida de la pureza más dulce y temblorosa. Sí, porque leer a Maite Dono es
temblar de placer, temblar en el Edén.
Silencio, se desnuda,
lentamente, se acerca hasta la orilla, y se sumerge en el mar, el mar poético
que te ahoga de bestial belleza. Esto es «Sobras».
«Qué fácil rendirse
A la belleza
Te amo»
A la belleza
Te amo»
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