A propósito de las reivindicaciones de jueces y universidades para garantizar el derecho a un juicio justo de los extranjeros en España, compartimos este poema del estadounidense Martín Espada en el que se hace eco de la importancia de los intérpretes en los tribunales.
Chelsea, Massachusetts
–
y queremos que se vaya
–dijo el abogado del casero,
jugando con su anillo de
El juez pidió un intérprete,
pero todos los intérpretes se habían ido
a traficar en español
a la sesión criminal
del segundo piso.
Un voluntario se levantó en el gallinero
un abanico de fotos:
la rata erizada en una trampa adhesiva
junto a la nevera,
el agua congelada en el váter,
una puerta sin pomo.
[–Yo no pago el alquiler por esto. Conozco la ley
y quiero hacerme oír
–susurró al intérprete.]
–Dígale que tiene que pagar
y que tiene diez días para largarse
–dictaminó el juez, se puso en pie
para que el resto de la corte se levantara también,
y salió del tribunal; de repente
se dio por terminada la sesión:
el auxiliar del juzgado
recogió sus carpetas
y el alguacil se fue a almorzar.
alzando aún su abanico de fotos
como una ofrenda que este dios ulcerado
rechazaba probar,
mientras el intérprete
sintió que una bocanada
de fuego salía de su garganta
al volverse despacio para mirarla a la cara.
Martín Espada, Soldados en el jardín, El Gaviero Ediciones, 2009.
(Traducción de Marisa Estelrich, Diego Zaitegui y Pedro J. Miguel)
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