por los navíos que hunden su proa en los abismos y surgen luego y una y otra vez repiten la prueba y entran, al fin, lastimados con la carga suelta golpeando en las bodegas, en la calma que sigue a las tormentas;
por el nudo de vapor y fatiga que nace en la garganta del maquinista, que solo sabe del mar por su ciega embestida contra los costados que crujen tristemente;
[…]
por el gaviero que fui, casi niño, mirando hacia las islas que nunca aparecían,
anunciando los cardúmenes que siempre se escapaban al cambiar bruscamente de rumbo,
llorando el primer amor que nunca más volví a ver
[…]
por todos los que ya no están con nosotros;
por los que bajaron en tumbos resignados hasta yacer en el fondo de corales y peces cuyos ojos se han borrado;
por los que barrió la ola y nunca más supimos de su suerte;
por el que perdió la mano tratando de fijar una amarra en los obenques;
por el que sueña con una mujer que es de otro mientras pinta de minio las manchas de óxido del casco;
[…]
por el que aseguraba que las mujeres saben navegar mejor que los hombres, pero lo ocultan celosamente desde el principio de los tiempos;
por los que susurran en las hamacas nombres de montañas y valles y al llegar a tierra no los reconocen;
[…]
por todos los que ahora están navegando;
por los que van a partir mañana;
por los que llegan al puerto y no saben lo que les espera;
por todos los que han vivido, padecido, llorado, cantado, amado y muerto en el mar.
[…]
Álvaro Mutis, Amirbar
Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero, Siruela, pp. 458-459.
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