martes, 10 de septiembre de 2013

VOMIT: ¿Literatura alternativa o alternativa a la literatura? por Arturo Sánchez

VOMIT: Antología de poesía joven norteamericana. El Gaviero ediciones, 2013. 

Prólogo y selección de Luna Miguel.
Autores:

Dorothea Lasky
Noah Cicero
Matthew Savoca
Tao Lin
Kendra Grant Malone
Megan Boyle
Ana Carrete
Cassandra Troyan
Brittany Wallace
Richard Chiem
Steve Roggenbuck
Jake Fournier
Kat Dixon
David Fishkind
Jordan Castro    
Traductores:

Anna-Lisa Marí
Sergio Espinosa
Violeta Niebla
Julio Fuertes
Emily Roberts
Ainoha Rebolledo
Ana Carrete
Luna Miguel
Elisabeth Falomir
Antonio J. Roríguez
Ernesto Castro
Mario Amadas
Almudena Vega
Unai Velasco
David Leo García
“Ellos no son poetas. Son algo más. O algo menos”. Con estas palabras presenta Luna Miguel en su prólogo el trabajo de los poetas de VOMIT: antología de poesía joven norteamericana (El Gaviero ediciones, 2013). Estableciendo de entrada una suerte de comunidad antipoética formada por estos quince jóvenes autores, su antóloga parece estar presentando un fenómeno literario propiamente generacional. El aullido de la nueva ola: así se titula dicho prólogo. Toda una declaración de intenciones, empezando por la referencia a Howl, de Allen Ginsberg, poema que en 1955 marcó el nacimiento de lo que más tarde vendría a llamarse beat generation. Nuevo aullido pues, aullido de una nueva ola, es decir, punto de inicio de una nueva generación poética norteamericana y carta de presentación correspondiente – o tal vez no. No son poetas, nos dice Luna Miguel; aquí no hay poesía, repite más tarde. ¿Y no es acaso cierto que la idea de vómito textual sobre la que se construye el título parece irreconciliable con lo que de costumbre se entiende como un trabajo poético? Decía Flaubert que el arte debe ser algo más que un vómito de pasión sobre el papel, algo diametralmente opuesto a un recipiente emocional a penas más limpio que un orinal o una confesión. Si pensamos así es posible que emprendamos la lectura de VOMIT con cierto reparo. Y, sin embargo, lo que VOMIT demuestra es que este oleaje de vomitera, esta antiliteratura norteamericana, está creando un fenómeno propiamente literario al que debemos prestar atención. La cuestión epistemológica de saber si se trata o no de poesía es la cuestión esencial y, al mismo tiempo, por supuesto, la más irrelevante. 

Cabría preguntarse si de verdad estamos tratando en esta antología con  algo parecido a una generación de escritores norteamericanos – comprendiendo por supuesto el término generación como algo más que una mera coincidencia cronológica. Si se puede admitir un concepto como el de generación literaria, habrá que definirla por fenómenos de comunidad, correspondencia y afinidades estéticas y estilísticas entre sus miembros. Y yo hasta ahora tan contento, después de los recitales de poesía joven “Poesía Ya”, convencido de vivir un momento en el que la “generación” literaria no es ya un fenómeno grupal o comunitario sino una suma de individualidades y de singularidades irreductibles, voy a dar de bruces con esta nueva ola de vómito. Y es cierto que muchas correspondencias entre distintos autores de VOMIT son más que llamativas, la más curiosa siendo cómo el grupo, la comunidad generacional, se construye a partir del empleo a ultranza del “yo” – que justamente por su abuso ya no es signo de una individualidad. Yo, yo, yo, yo (esto no es el inicio de un rap): jamás vi una suma de textos de distintos autores que practicaran hasta tal punto la sobreexposición del “yo” y el uso reiterado de la primera persona del singular.  Sin embargo, paradójicamente, lo que hace en realidad esta forma que tiene la voz poética de referirse constantemente a sí misma en prácticamente todos los autores, es borrar la singularidad de la voz poética, distanciarse de su individualidad. O más bien, señalar constantemente la ausencia de individualidad. Uno de los grandes ejes comunes de estas quince escrituras es que se construyen desde la obsesión por la delicuescencia del sujeto, la distancia del sujeto frente a su propia vida o la experiencia vivida. Las voces aquí presentes son voces débiles, casi convalecientes en lo cotidiano, que señalan sin cesar su propia ausencia, en una frialdad y una observación robótica que no hace más que escenificar la terrible angustia producida por la sensación de vacío entre el sujeto y sus vivencias, entre el “yo” y él mismo. El vacío, el abismo íntimo y personal es una fuente de angustia, y estos autores lo llenan con la palabra. Lo que el abuso del “yo” nos dice en realidad, en esta especie de necesidad obsesiva por autoseñalarse, es: yo no estoy, o no sé dónde estoy, o no sé exactamente qué es lo que hago ni tampoco sé bien del todo por qué lo hago. Estoy completamente despegado de mi vida, de mis actos y de mis emociones. Y ese es el vacío que señalo constantemente. Si estamos frente a un fenómeno generacional desde un punto de vista estético, habría que decir que es la generación del sujeto débil, o tal vez no tanto débil como inconsistente – una generación anémica.

I want money
I need to get like 20 dollars
and buy lots of food
then go back to my house
and eat it

it’ll make me feel good
about myself
Noah Cicero    

Really attractive girls walk by and I just sit here
really attractive girls walk by and I just sit here
feeling like a dumb dude

in front of me there’s a sticker that says fall apart
i’m not even kidding

i’m amazed at how much time i can waste
doing absolutely nothing
but stare listen and type
i’m ridiculous
please don’t tell mom and dad
Ana Carrete

Quiero Dinero
Necesito unos 20 dólares
para comprar un montón de comida,
volver a casa
y luego comérmela. 

Eso me hará sentirme bien
conmigo mismo. 
Noah Cicero

Chicas muy guapas pasan por aquí y yo sigo sentada
chicas muy guapas pasan por aquí y yo sigo sentada
sintiéndome como un alelado

frente a mí una pegatina dice húndete
no es broma

estoy sorprendida de cuánto tiempo pudo desperdiciar
sin hacer nada de nada
sólo observar escuchar y teclear
soy ridícula
por favor no se lo cuentes a papá ni a mamá
Ana Carrete
Otro aspecto llamativo que une a estos poetas, o no-poetas, es, para la mayoría de ellos (con la excepción de gente como Tao Lin, Richard Chiem o Steve Roggenbuck), una absoluta falta de búsqueda innovadora o de diversidad a nivel formal. Impera el flujo constante de un verso corto, uniforme, delimitado por divisiones de orden semántico, que se reproduce más o menos de la misma forma en casi todos los autores. De igual manera se hace sensible en muchos de ellos una falta de búsqueda a nivel sonoro y rítmico en el texto. Relegando así a un segundo plano las características visuales y sonoras del lenguaje, los poetas privilegian la transmisión inmediata y cruda del contenido semántico, como si la palabra poética se empleara ya sólo por el significado (un poco como empleamos el lenguaje en la vida cotidiana), sin acordar importancia al significante. Se me encienden las alarmas y vuelvo al prólogo de Luna, y a esos momentos en los que ya nos avisaba de que acaso no sean poetas, y de que en este libro no hay poesía, y empiezo a ver a qué se refiere. Porque verdaderamente, cuando el lenguaje se emplea con esta crudeza inmediata y de monopolio semántico, cuando nos acercamos tanto a la idea de vómito, ¿de verdad podemos seguir hablando de poesía?
Antes de seguir la senda de este via crucis antipoético haré un paréntesis para hablar de, como dice la antóloga, “lo que ahora allí llaman la Alt Lit”, término que, usando el lenguaje informático para abreviar “Alternative Literature”, da nombre a esta nueva generación y se erige como estandarte bajo el cual se sitúan muchos de los autores de esta antología. Yo que no estaba muy familiarizado con el concepto, me he puesto a explorar la red aquí y allá para tratar de sacar una idea más clara de este fenómeno, y algo que me ha llamado la atención es que, por lo general, nadie acierta a definir los principales rasgos de esta generación literaria por características otras que sociológicas. Sí, siempre encontramos el leitmotiv de la generación marcada por la publicación en la red, la facilidad del intercambio y el encuentro virtual con otros poetas, la creación de conexiones y comunidades en Internet, la importancia de las redes sociales, blogs y Tumblrs, la “online literature”, etc. Si estos rasgos definen a una generación desde el punto de vista sociológico, no dan claves para tratar de encontrar puntos de definición propiamente literarios, estéticos o estilísticos. Al mismo tiempo, hay muchos puntos en común a nivel literario entre los autores, pero que no entran necesariamente en la definición tipo de la Alt Lit – o que, por lo menos, todavía nadie se ha molestado en seleccionar como criterios de definición. Claro que la Alt Lit hereda mucho de las búsquedas posmodernas; claro que en cierta medida esa estética del vómito puede relacionarse con la Nueva Sinceridad anunciada por David Foster Wallace, aunque sólo hasta cierto punto. La cuestión crucial es saber qué criterios esencialmente literarios son propios y únicos a la Alt Lit, puesto que no parece que estén todavía muy claros. “Lo que aquí hay es vida. Demasiada vida”, dice Luna. Y de hecho lo que los poetas hacen es señalar, más con asco y con algo de angustia que con romántica desesperación, la insuficiencia de la vida, su tedio inherente, la incapacidad de vivir a la altura de nuestras expectativas, la desorientación, lo incomprensible, la impermeabilidad a nuestros propios sentimientos y a nuestras propias experiencias, la distancia impersonal y tenue del sujeto frente a su propia existencia. Esta búsqueda de la impersonalidad, o más bien de la distancia personal, crea estilos muy similares entre muchos de los poetas aquí presentes. De hecho, ya que cabe plantearse la pregunta de si podemos seguir hablando de poesía, habría que preguntarse también si podemos seguir hablando de estilo. Es posible que la generación de VOMIT esté proponiendo una obsolescencia de la noción de estilo. Es cierto que no está claro que la idea de estilo como marca de singularidad y firma de un autor pueda tener un lugar en una poesía de la personalidad plana, incumplida o abortada. La pregunta es seria e importante: lejos de la poesía, lejos del estilo, que podrían entenderse como nociones obsoletas, tal vez la “Literatura Alternativa” esté en realidad proponiendo algo más cercano a una alternativa a la literatura. 
Hay evidentemente, en esta constelación antiliteraria, astros que brillan con más fuerza que otros. Pienso primero en Dorothea Lasky, acaso la poeta que entra más difícilmente, por la riqueza de su imaginario fantástico, casi en ocasiones simbolista, en el mundo de la Alt Lit. Su poesía es una poesía de la soledad extrema, de la imagen acertada, del final eficaz y, siendo la primera autora de la antología, ya sienta las bases del problema fundamental: la nueva imposibilidad que encuentra el poeta para comunicar.    
Because I say things
In the simplest way posible
And am constantly misunderstood    

Porque digo cosas
De la manera más sencilla posible
Y me malinterpretan constantemente
Noah Cicero es uno de los grandes poetas de lo que he llamado la impermeabilidad del sujeto frente a sus propios sentimientos. Lo cual, por supuesto, es un artificio: el poema, al señalar constantemente esa impermeabilidad de forma obsesiva, está en realidad haciendo sensible una angustia fundacional. Tao Lin, uno de los pocos autores que juega con la dimensión visual del poema y del lenguaje para crear sentido, le da otra vuelta de tuerca a esta obsesión. No deja de poner entre comillas los adjetivos, los lugares comunes del lenguaje y los términos supuestamente poéticos, revelando así una incapacidad del poeta para, primero, hablar con sus propias palabras y, segundo, para decir. Es posible que hoy en día ya nada pueda decirse, y así lo señala constantemente Lin: lo poético es lo tópico; el poeta ya no es siquiera capaz de calificar. La subjetividad se ha quedado sin batería, y el poeta sólo puede ya tomar el rol de observador de sí mismo, desde una posición de pasable tristeza o incluso de indiferencia. Tanto es así que la palabra de Tao Lin se va convirtiendo en silencio. Sus poemas funcionan de forma cíclica, empezando con un párrafo en negrita, seguidos de un párrafo con tipografía estándar, y  culminando en puntos suspensivos: la palabra comienza con energía pero se agota a medida que avanza, y finalmente se extingue en la absoluta incapacidad de decir. Y sin embargo la angustia del silencio, la angustia del vacío es tal que la palabra vuelve a resurgir, para volver a apagarse inevitablemente. Como un esfuerzo que se queda a medio gas, como una resolución de año nuevo que sólo mantenemos unas semanas, la palabra se extingue por sí misma, por su propia falta de fuerza y de vitaminas, mientras que lo que dice la voz es la extraordinaria distancia del sujeto consigo mismo, algo que Tao Lin domina a la perfección, como lo demuestra con versos como: “My face panics a lot” (“A mi cara le entra un ataque de pánico”). La impermeabilidad es absoluta, el poeta es el observador externo, frío y mecánico de sí mismo en la más cruda desvinculación.
Esta distancia y esta frialdad son también sensibles en Kendra Grant Malone, mientras que Megan Boyle, aunque sea probablemente la poeta más irregular de la antología, subraya el punto interesante de la imposibilidad de vivir a la altura de nuestras propias expectativas, al atraparnos siempre la realidad en su nimia ridiculez:
Personal origin of anxiety

seems like i swallowed a twelve year old girl recently
it must have been in my sleep because
i don’t remember the details

sometimes when i’m alone, chopping vegetables, she says
“way to be original, they’re saving you a spot on the food network”

when i start to say something intelligent
she flicks rubber bands ar my vocal chords
quietly, i say, “come on”
she says, “by the way, your pants are inside out”    
El origen personal de la ansiedad

es como si me acabara de tragar a una niña de doce años
ha debido de ser en sueños porque
no recuerdo los detalles

a veces cuando estoy sola, picando verduras, me dice
“qué original, te están reservando un sitio en la cadena alimentaria”

cuando empiezo a decir algo inteligente
juega a las gomas con mis cuerdas vocales
le susurro, “venga”
ella dice, “por cierto, llevas los pantalones al revés”
Por otra parte hay algo muy curioso en Cassandra Troyan. Maneja la imagen impecablemente, alimenta sus versos de misterio y se aleja de la extrema simplicidad de las palabras de sus compañeros para crear poemas más ricos, aunque sin olvidar los puntos de interés comunes. Sin duda su poema Negative Virility es uno de los más interesantes del libro. Brittany Wallace, recorriendo el mundo de la droga y la debilidad del sujeto, subraya la incapacidad para hacer lo que a uno le gustaría hacer, y la impostura del acto poético: “You don’t believe what you write” (“No crees en lo que escribes”). Luego está Richard Chiem, uno de los poetas más únicos del proyecto, que trabaja con poemas en prosa de párrafos masivos, en cierta manera poemas “de amor” construidos gracias a una poesía cinematográfica y a una estética del fragmento y el fotograma. Tampoco él escapa al sentimiento que atenaza a esta generación: “I think maybe the world has really ended but apathy is powerful” (“Pienso que tal vez el mundo haya acabado de verdad pero la apatía es poderosa”). Steve Roggenbuck, con una poesía que se mueve a menudo en senderos budistas, es uno de los pocos que le da cancha al humor, al juego con el lector y a la ambigüedad. Sus poemas, que no dudan en imitar la forma del chat de internet, empleando incluso emoticonos, se presentan casi como mini-sutras y, a pesar de su ironía, es tal vez el único poeta que propone una forma de aprendizaje o de enseñanza en el poema, en medio de la sensación general de incapacidad para decir, dar o comprender creada por todos los demás autores. Jake Fournier es notable por la riqueza de sus imágenes, siempre acertadas, también por su misterio, su estilo silencioso y su talento para los finales poderosos (que no efectistas, como puede ser el caso de algunos otros). David Fishkind es aquí por excelencia el poeta de la desorientación, mientras que Jordan Castro está de lleno en la Alt Lit, en la oralidad y la indeterminación de la palabra, la ausencia, la debilidad y la inconsistencia de un sujeto desprovisto de voluntad: 
people want illusions – facial expressions, camera angles, lights – when the truth is an unlit monotony, seen from one angle, and the angle is not of your choosing    
la gente quiere ilusiones – gestos, enfoques, iluminación – cuando la verdad es una apagada monotonía, vista desde un ángulo que no puede elegirse
Con todo, desde el punto de vista editorial, si lo que pretendía hacer el Gaviero era una carta de presentación para una nueva generación de poetas norteamericanos, el resultado es más que sólido. El tono general, la estética y las problemáticas compartidas están captadas y se hacen muy sensibles, y al mismo tiempo se deja espacio para los poetas más singulares y más ricos (Lasky, Lin, Chiem, etc), con rasgos individuales (¿estilísticos?) identificables. Pero bueno, a todo esto, ¿por qué una antología para definir una generación de nueva poesía norteamericana en España? Me gusta creer estamos frente a una manifestación de una superación de las fronteras de la “literatura nacional”, noción decimonónica a la que ya le toca caducar, y tendiendo hacia un intercambio cercano a la literatura “mundial”, que no requiere justificación alguna para tranquilizar a los más patrios alarmistas. Eso me gusta. Una buena herencia de la posmodernidad, ¿no? En cualquier caso, creo que esta antología logra revelar un cierto número de problemas importantes sobre los que devanarse los sesos durante una temporada. Creo que nos pueden hacer reconsiderar ciertos aspectos de nuestra práctica de la literatura, e incluso de lo que entendemos por literatura. Disfruten del vómito.    

Arturo Sánchez
(12-08-2013)


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www.elgaviero.com

2 comentarios:

Alexxx_Rencor dijo...

Alternativa a la literatura. Supongo que es un erotema que se responde a sí mismo tras la conjunción disyuntiva…

Alexxx_Rencor dijo...

*una erotema.