jueves, 17 de marzo de 2011

Soldados en el jardín por Jorge Aguilera López


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portada-espada.jpg Soldados en el jardín Martín Espada,
El Gaviero Ediciones,
España, 2009
Por Jorge Aguilera López
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Soldados en el jardín es un recorrido antológico por 20 años de labor poética de Martín Espada. Libro importante sin duda ya que nos permite asomarnos a la obra de un autor que ha sido consistente en su ejercicio creativo y consecuente con su credo poético. Apodado “el Neruda de los poetas norteamericanos” por la crítica de ese país, este neoyorkino de ascendencia portorriqueña ha sabido hacer confluir en sus poemas ambas tradiciones, la anglosajona y la hispánica. El mote puede sonar exagerado, pero tiene cuando menos la virtud de apuntar ilustrativamente hacia la veta lírica que Espada ha decidido explorar con resultados muy satisfactorios: la poesía social de tono conversacional. Aunque no es este el lugar para hacer las largas digresiones que el tema merece, es necesario mencionar que resulta grato leer la poesía de Espada y hallar en ella un tratamiento de honda calidad de temas políticos. La denuncia y la protesta ante las condiciones sociales de los grupos minoritarios (negros, latinos, inmigrantes), así como su mirada crítica y desencantada ante el american way of life, hacen de este poeta una voz necesaria para confrontar la abulia y el evasionismo en que parece sumida la poesía contemporánea.

El primer acierto de esta antología es su disposición por núcleos temáticos: al evadir el orden cronológico, nos permite leer la solidez de su obra, dado que la distancia temporal entre poemas pasa inadvertida para concentrarnos en la unidad del registro poético. Así, cada una de las siete secciones del libro puede leerse a partir de la temática que las unifica, si bien todas comparten al mismo tiempo la preocupación y el compromiso que Martín Espada ha asumido con la búsqueda de la justicia social.

En la primera sección, La ballena blanca, encontramos las claves que permiten entender la poética de Espada. En ella, resulta obvia su fascinación por la poesía chilena y su admirado Neruda, en poemas como Tengo una anguila en el corazón, Los poetas fugitivos de Fenway Park y sobre todo La república de la poesía, donde subvierte los horrores de la dictadura militar en acciones que, al volverse actos poéticos, permiten resignificar y acaso exorcizar hechos como el bombardeo al Palacio de la Moneda y el asesinato de Salvador Allende. El tema chileno, que aparecerá de forma recurrente a lo largo del libro, es significativo en tanto nos remite a poetas cercanos al estilo de Espada: además de Neruda, Enrique Lihn, Nicanor Parra o Gonzalo Rojas, por ejemplo. Esta connotación, que opera por contagio para un lector medianamente avezado, permite también constituir la atmósfera que estará presente a lo largo del libro.

La segunda sección, Abogado de Oficio, es una muestra de lo que el autor ha llamado “poesía de abogacía”. Su experiencia como defensor legal de inmigrantes latinos en asuntos de vivienda, actividad que desarrolló durante la década de los ochenta y principios de los noventa en Massachusetts, le permitió testimoniar en sus poemas las injusticias que el sistema legal estadounidense comete contra este sector, impedidos como parecen estar para defenderse de los abusos a que son sometidos por su situación migratoria. Poemas como Neumáticos apilados en los pasillos de la civilización, Ofrendas a un dios ulcerado o La ventana rota de Rosa Ramos son muestra contundente de los alcances de este "mester de abogacía". En ellos, el tema es tratado con sobriedad, y evita caer en el recurso efectista del dramatismo victimizante; por el contrario, el discurso poético se logra a partir de la enunciación casi expositiva de los problemas, y en el contraste con el absurdo del sistema judicial se establece una dicotomía insoluble que asegura el efecto irónico a nivel temático y retórico.

Las secciones tercera y cuarta del poemario, Los espada y Ángeles de pan, recurren a la biografía del propio Espada para hablar de la cotidianeidad en los barrios bajos, por ejemplo el Harlem, y en las espacios labores menos estimados: la construcción, los restaurantes y las fábricas. Poemas como La araña y el ángel, Negrito Bembón o Alabanza para la sección 100, son textos que alcanzan la difícil sencillez de un lenguaje lírico y al mismo tiempo directo, cercano al hombre promedio. La poetización de esa parcela de realidad comunica emociones simples, pero que conectan con la sensibilidad humana, haciendo imposible no conmoverse ante la explotación, la injusticia y el maltrato denunciados en estos textos; pero también es difícil no estremecerse con uno de los mejores poemas del libro, Ezequiel, donde las reminiscencias bíblicas del nombre contrastan con la figura del ser humano específico en quien se inspira el poema, inmigrante muerto en la frontera sur de ese país, en medio de un operativo militar para decomisar droga. Este poema, con independencia de su actualidad temática, constituye un gran acierto lírico: las imágenes son poderosas verso a verso, el eco del Antiguo Testamento dota al texto de un tono profético que en su resignificación política recuerda a los Salmos de Ernesto Cardenal.

Las tres últimas secciones del libro, Olvidados tras el saqueo, Lección de español y Blues para soldados, acogen poemas que en su mayoría dan cuenta de la contradicción cultural de Martín Espada y la manera en que éste la aprovecha para hacer una crítica feroz, siempre desde la poesía, a los imperialismos de todo tipo: políticos, económicos, culturales y lingüísticos. La incapacidad de los conquistadores para entender lo diverso y su arrogancia para imponer normas de conducta aparecen en contraste con la capacidad de resistencia de los sojuzgados: los indígenas ante Colón, el español frente al inglés, los perseguidos políticos frente a la dictadura militar; estos temas son poetizados por Martín Espada desde un registro lúdico, donde la ironía es el recurso principal que activa la protesta social y desnuda las miserias de los opresores. El tema chileno reaparece en dos poemas memorables: El general Pinochet en la librería y el que da título al libro, Soldados en el jardín. El primero, humaniza la figura del dictador chileno al punto de empequeñecerlo en sus actitudes y su figura para así destacar la miseria de sus actos. El segundo, un poema prodigioso que recurre de nuevo a la figura de Pablo Neruda, recordando el episodio en que los militares aparecieron en la casa de aquél para apresarlo después del golpe de estado de 1973, y donde reivindica la capacidad de la poesía para incidir en la realidad: Neruda encara al teniente que iba al mando y en un acto poético le espeta: “Aquí sólo hay un peligro para usted: poesía”. Los versos finales del poema sintetizan la búsqueda de Espada por lograr que su poesía sea un acto efectivo de acción política: “Durante treinta años/ hemos andado en busca/ de otro sortilegio/ que consiga que los soldados/ se esfumen del jardín."

En suma, Soldados en el jardín es un libro que nos reconcilia con la poesía social. Como todo buen poeta, Martín Espada consigue, sin inmolar en ningún momento el sentido estético del poema, dotar a su obra de emoción poética y compromiso verdadero con las causas que ha decidido asumir. 



Fuente: Períodico de poesía de la UNAM

2 comentarios:

Anónimo dijo...

mensaje para luna miguel:

señorita, con que habilitara la moderación de comentaros sería suficiente, los anonimos también tienen corazón.

Sobre su último post, puede prescindir de las lolitas, su poesía ganará. Las esdrújulas estuvieron de moda en la literatura española del 19. Todo los escritores buscaban esdrújulas para dotar sus textos de un aire moderno, qué le parece!!
los trenes de largo recorrido, de eso no se puede prescindir, ni siquiera de los de pequeño recorrido. Nos encontramos a nosotros mismos en ese viaje. Tal vez el mundo puede prescindir de muchas poesías pequeñas que a veces no saben crecer, pero los buscadores de verdad, los que no dejan de buscar, esos al menos tienen una oportunidad. Acompañar con la versión de los doobie brothers - long train runnin

cuando sienta las urgencias, ponga la radio y pase la tarde en un sillón a ver oscurecer y a escribir.

Anónimo dijo...

http://www.youtube.com/watch?v=cViggFZFlxU