Foto: Ana Santos Payán |
Los tatuajes son notas a piel.
Camilo de Ory, 300
Hipocampo de tatuaje,
dame tú un descanso de mí,
y déjame ser vivido por la vida
como una aventura.
Javier Corcobado, Yo quisiera ser un perro
La primera impresión de Roma me la da un joven guardia italiano, rubio hasta en el respirar, que dejaba ver por la camisa, de manera calculada, los agresivos tatuajes que le llenaban el pecho y los antebrazos. Tenía la nuca más bella del Mediterráneo. Benvenuto
a Roma, ragazzo.
Antonio Portela, Ciudadano Romano
Alabado sea el cocinero de cabeza rapada
y un tatuaje en el hombro que decía Oye
Martín Espada, Soldados en el jardín
Ciudades que habitan tatuadores,
dibujando en su piel cúpulas malva
o plumas de avestruz. Los marineros
no llevan en el brazo
un nombre de mujer sino de calle.
Verónica Aranda, Postal de olvido
los tatuajes
florecían hasta su vientre abultado
como el bulbo de una vida.
Natalia Manzano, Apnea
Sailors Grave
Pacté con mi madre un tatuaje en el
cuello.
Las dos compartiríamos marca,
las dos,
el sello de la tinta que nos une.
Ahora una cicatriz
en el lugar íntimo
separa nuestras nucas para siempre.
Luna Miguel, Almanaque poético
No puedes escaparte La tendrás
anclada en tu memoria para siempre
como una cicatriz o una fractura
José Pablo Barragán, La nave
No se trata de buscar una cicatriz, sino
de encontrar la señal de iniciación
del protagonista. Hay que buscar el
sentido de su historia.
Begoña Callejón, Cenicienta en sangre
La luz como un
puente destruido
por el polvo. El
tacto de tus botones,
el aroma de tu
blanco cabello, esa
cicatriz en el
pecho. Esta ropa por amor
y gastada por el
deseo.
Kepa Murua, Cantos del dios oscuro
Una cicatriz trincha la frente de su marido
donde los médicos extrajeron el tumor,
donde las células cancerosas se desparraman como un puñado de hormigas.
Martín Espada, Soldados en el jardín
Cierro los ojos en mi cama:
la almohada hecha una doblez
(tras la espalda),
los ojos cicatrizados,
cuerpo y mente al acecho de Drácula…
Y el tiempo suscitando cosas horribles
sobre mis piernas.
Alejandra Vanesa, El hombre del saco
A veces, la hendidura,
la cicatriz de un cuerpo que sostiene
su propia intrascendencia.
Ana Gorría, Araña
con las manos en la barra tensa de los
trenes de cercanías
con el lexatín de cada alzarse
con las marcas hechas por el ultravioleta
con las estrías que son logos
corporativos
a mi cuerpo vencido por la resistencia de
la desidia
a mi cuerpo le bastan solamente
los dedos levantados del orgasmo
Maite Dono, Circus girl
En todas las trincheras
hay una cicatriz abierta y desoída,
un estuche de sueños con metralla,
alguien que falta a la mesa
y que cogía el tren a menos cuarto.
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