sábado, 31 de marzo de 2012

Apósitos literarios: antología mínima del dolor


Textos de:
Begoña Callejón, Cenicienta en sangre
Estibaliz Espinosa, papel a punto de

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Un poema de Martín Espada en Sillón Voltaire

El pasado 28 de marzo se emitió en la radio de El Círculo de Bellas Artes el capítulo 39 del programa El Sillón Voltaire dirigido por Sofía Castañón. El programa llevaba por título  "Canciones para antes de una huelga" y desde el gaviero participamos con la lectura de un poema de Soldados en el Jardín de Martín Espada.


+ sobre Sillón Voltaire
Aquí podría estar sentado Martín Romaña. También el lector de "Continuidad de los parques", de Cortázar. Sobre todo queremos que te sientes tú. Un programa dirigido por Sofía Castañón para la Radio Círculo. www.circulodebellasartes.com
"Nos cuentan muchos cuentos pero... ¿cuánto hace que alguien no te cuenta una historia?"
El sillón Voltaire llena las tardes de los miércoles de ficción, narrativa, de historias que suceden o que podrían haber sucedido.Un programa de radio del Círculo de Bellas Artes (Madrid). Los miércoles, de 17.00 a 18.00 en Radio Círculo.

+ sobre Sofía Castañón
+ sobre Soldados en el jardín


Martín Espada, Soldados en el jardín.

Traducción: Diego Zaitegui y Pedro J. Miguel

Ilustración: Carlos Horacio Valera

ISBN: 978-84-936617-3-1
PVP: 20 €

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viernes, 30 de marzo de 2012

300 de Camilo de Ory en Es la vida de Canal Sur Radio

 A partir del minuto 5:20





Fuente: Es la vida, Canal Sur


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Cómo no escribir: merecemos salvarnos

Foto: Ana Santos Payán


Duerme abismo mío, los reflejos dirán
que el descompromiso es total
pero tú hasta en sueños dices que todos
estamos comprometidos que todos 
merecemos salvarnos

Roberto Bolaño, La universidad desconocida, 2007.

martes, 27 de marzo de 2012

Interior metafísico con galletas de Alberto Santamaría por Álvaro Valverde



Si hay algo que domina el poeta cántabro Alberto Santamaría son los títulos de sus libros, siempre originales o, cuando menos, curiosos. Son una pista fiable para comprender con quién nos la estamos jugando. El último, publicado por la exquisita El Gaviero, se titula Interior metafísico con galletas y, de nuevo las sorpresas, está tomado de una cita del mismísimo José María Pemán (al que cuesta no poner el "don" delante).
Tampoco es frecuente que un libro de poemas, largo o breve, lleve prólogo y éste lo tiene, firmado por Rosa Benéitez: parafraseando a Nietzsche, "Ellos, los metafísicos". Unas palabras, por cierto, que orientan en parte al lector, aunque la obra vaya, como debe ser, a su aire. 
"Ingenieros de lo particular" los denomina Benéitez. Uno de ellos, Santamaría. Con ser muy suyo y poseer una voz propia, pertenece a una hornada de jóvenes poetas cansados de viejas guerras líricas perdidas que se toman muy en serio, a pesar de lo que algunos crean, su noble oficio. Siguiendo a uno de sus maestros (de qué poeta no), W. Stevens, lo suyo es la imaginación que no se opone a la realidad "sino que, por el contrario, la refuerza cuando la presión es tan fuerte que escapa a nuestros medios habituales de comprensión". "A partir de un firme hartazgo de lo convencional, sigue explicando Benéitez, se articula, en este libro, un discurso del imprevisto (...) que consigue desautomatizar los recorridos sobre lo real, gracias a la imaginación". 
Con todo, que nadie se alarme, "no estamos frente a un metafísico al uso" sino ante alguien que pretende con su poesía "rebajar la metafísica". Para ello, AS tiene muy en cuenta al W. C. Williams de Paterson: "no hay ideas sino en las cosas", algo que me recuerda, por cierto, a otro poeta no tan joven (con perdón), cántabro también y órfico (otra manera de ser metafísico a la española), Lorenzo Oliván, que tan presente ha tenido siempre, según creo, esa máxima. 
"No se trata de describir sino de escribir", concluye, a modo de poética, la prologuista. 
Poesía, la de Santamaría, para leer, en estos tiempos veloces, muy despacio. Hija de su tiempo: si algo es la modernidad en poesía, debe ser aproximadamente esto. Poesía con sustancia para una época de nonadas -poetisos y poetisas- que escriben (un decir) para los premios o la fama. Poesía, en fin, propia de alguien que, más allá de su profesión profesoral, ha ensayado con solvencia y conoce bien de lo que habla. 
Lo dije una vez y lo he repetido, seguro, otras: en pocas ocasiones ha tenido uno tan claro que tenía delante a un poeta como cuando escuchó por primera vez los versos del jovencísimo Alberto Santamaría en una nave del pueblecito salmantino de Morille. Aquella intuición quedó hace mucho confirmada. A este metafísico libro remito.



Fuente: Blog de Álvaro Valverde

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lunes, 26 de marzo de 2012

Crea mundos y te sacarán los ojos de Pablo López Carballo por Agustín Fernández Mallo



Crea Mundos y Te Sacarán Los Ojos (edit Gaviero), Pablo López Carballo. Sólo conocía de López Carballo sus poemarios, creo que ésta es su primera incursión en la narrativa. Cuentos de un costumbrismo desenfocado, cotidianidad en apariencia errada. Me gusta mucho este libro. La atención a extrañas descripciones de situaciones en las que otro no vería nada (es muy llamativo el pulso a la manera de la poesía sintética), las esquinas escabrosas que hay en cualquier cerebro, sin perder capacidad de organizar un escenario compacto y emocionante. Un libro que bien podría haberse titulado como una de sus frases, "Ningún espacio puede ser reconstruido. Siempre será otro".


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Cenicienta en sangre en Tendencias 21

Fragmento de la entrevista realizada por Mar Benegas a Begoña Callejón para Tendencias 21 + un cuento.


Profundizando en tu obra, he detectado un salto cualitativo en el poemario “Cenicienta en sangre”, un salto que va del "yo" al "nosotros". En este libro, se muestra la búsqueda interior por un paisaje dantesco, un recorrido por la ciudad fantasma de Ildaboth. En él, la niña que busca a su madre, la mujer pelirroja, el enterrador… en definitiva, todos los personajes ofrecen imágenes de gran potencia visual, a través de mitos de cuentos infantiles. Además, en “Cenicienta en sangre” se expresa la eterna búsqueda, el paso a la vida adulta; y se percibe un avance hacia la madurez poética, como también ocurre en “Palabras para un cuerpo de ceniza”. ¿Fue “Cenicienta en sangre” para ti un cierre de una determinada voz, que dio paso a una búsqueda nueva? 

No fue un cierre, más bien fue una necesidad del momento. Como he comentado, suelo escribir según las emociones que sienta en la época en la que me encuentre, y “Cenicienta en sangre” llegó así, casi sin darme cuenta. 
El “yo” se ve un poco desdibujado en este poemario, pero siempre está ahí. Crear un lugar imaginario, Ildaboth, dio paso a otras voces, a otros personajes que querían salir. 
En este libro quienes nacieron primero fueron Cenicienta y el enterrador y, a partir de ahí, nacieron los cuentos infantiles vistos desde otra perspectiva. En ese momento lo cerré, pero a la hora de la publicación quise ampliar la historia, y entonces fue cuando vi la imagen de la madre y la pérdida de la infancia. Ildaboth fue formándose poco a poco en mi mente. 
Pero, pesar de haber buscado otras voces o nuevas temáticas mi voz sigue estando ahí, pienso que otorgando fuerza al poema. Además, siempre me ha llamado la atención tanto la escritura automática como el surrealismo, y pienso que ambos se dejan ver a través de mis textos. 


Fuente: Tendencias 21


Donde los muertos

Cenicienta llega a un lugar sombrío. Siente escalofríos al adentrarse por una valla entre escombros y raíces. Todo es gris allí. Está en el cementerio de Ildaboth. Ve tumbas atrapadas por enormes ramas de árboles ya muertos. Se acerca a mirar las primeras lápidas. Se imagina parientes de rodillas, llorando por sus seres queridos. Todo está oscuro, lo único que brilla es la luna que hay sobre su cabeza. Busca al enterrador, quiere saber si su madre yace entre aquellas sombras. Entonces ve algo a lo lejos, se acerca, se acerca más y más. Ve una tumba abierta y a un hombre sudoroso follándose a una muerta. Al principio quiere gritar pero pronto se tranquiliza. –¿Ha visto por aquí al enterrador de tumbas? –le dice. El hombre queda paralizado, y deja caer al suelo el cadáver. –Sí, soy yo –contesta. El enterrador la mira con lascivia. –¿Está aquí mi madre? –pregunta. –Vamos a mirar entre mis libros…, pero, a cambio, ¿qué harás tú por mí?. JEJEJE. –No sé. ¿Qué le apetece? –Mejor no te lo digo, niñita burguesa. La a, la b, la c…, y la z. No, no está aquí. Lo siento. Si quieres ven conmigo a casa y te cuento unos cuentos que me contó hace mucho tiempo mi abuela que en paz descansa. Venga, no tengas miedo, no voy a hacerte nada que tú no quieras. –¿Podré comer algo?, estoy hambrienta. –Claro, comerás, comerás hasta reventar. Cenicienta lo sigue sin saber muy bien por qué. Se adentran en un habitáculo pequeño y sucio. Sobre la mesa hay una vela blanca casi consumida. Ella se sienta en un sofá, es lo más limpio que ve, y él coge una silla
que está junto a la mesa y comienza a hablar… 

Como si fuera la versión repugnante de Sherezade

No quiere dejarla escapar.

Begoña Callejón, Cenicienta en sangre.


Prólogo: Natalia Zarco
Ilustración: Ana Canteras
ISBN: 978-84-936617-5-5
PVP: 14 €

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sábado, 24 de marzo de 2012

Interior metafísico con Galletas de Alberto Santamaría por Diego Nieto Velasco



Puede que el iniciado en la obra de Alberto Santamaría sospeche que éste sufre un Síndrome de Diógenes lírico, un impulso que le lleva a acumular toda clase de objetos: latas de albóndigas, muebles de época, lamparas de araña, bolsas de aspiradora, máslatas oxidadas, bicicletas, restos de mandarinas que palidecen/ dentro del camión de la basura, murallas, cabinas, alucinaciones, tubos de escape, más latas de conserva...Constatación que deja en entredicho a todos los que aseguramos que en su último libro -un ataque frontal a la metafísica más laberíntica- el autor ha querido quitar hierro al asunto.

Bromas aparte, es en Interior Metafísico con Galletas -un título desconcertante propio de alguien al que le gusta presumir de la ambigüedad que su novela inspira en los lectores (¿es una novela o un poemario?)- donde Alberto Santamaría propone continuar la interesante senda ya abierta en Pequeños Círculos y centrar la mirada en aquello que no tiene tiempo/ ni espacio/ pero sucede. Lo inesperado, esto es, la vida, siempre queda en los márgenes o en los espejos, donde comparte espacio con lo grotesco, escribió en su obra anterior. Rosa Benéitez nos avisa de esto en un fundado prólogo que bien sirve de guía en el crucero propuesto, un crucero que nos llevará desde La Rochelle a Benidorm para descubrir un material que, aunque parece ajeno al paisaje, lo llega a sustituir.
Todo conspira para que no nos vayamos muy lejos a buscar lo que está sin estar. Nada crece sin permiso dentro de una jaula reflexiona un poema sobre el lenguaje. Se convive con una lógica inalcanzable y rigurosa hasta desgastarla. La metafísica no entra en ningún marco, pero es un requisito habitual en las cosas habituales que sabremos mirar/ si las desenfocamos. La vida tiene un código nacido para no cuadrar con lo racional. La verdadera metafísica, es democrática y está ahí fuera para el que ose preguntar por ella. Y es que lascosas nos importan por el futuro o el pasado que tienen pendientes con nosotros, chupar/ cabezas de marisco/ es algo delicioso sólo a partir de los cincuenta, por habernos colmado de olores y mensajes insopechados, por habernos distraido de las obligaciones del paisaje, por encarnar en sí mismos la devastación que nos espera al final del decadente vocabulario del verano, que diría Wallace Stevens.
La imaginación es la herramienta más adecuada, no para alejarse de la realidad, sino para gestionarla adecuadamente.
La editorial El Gaviero reincide en un diseño espectacular, esta vez con la colección Guairo. El libro entra por los dedos, crea un paisaje más durante el proceso de lectura. Esto es importante también, pues tendrá el lector la necesidad de adentrarse en la vida íntima de las cosas y gestos que lo rodean con cierto afán voyeurístico. Ya se disculpó Derek Walcott ante su desayuno por un descubrimiento similar: Perdóname, café, y perdóname/ leche con dos paquetes de azúcar artificial,/ mientras observo crecer estas líneas y el arte poético me endurece. Esta vez las galletas también tendrán que perdonarnos.

viernes, 23 de marzo de 2012

Crea mundos y te sacarán los ojos de Pablo López Carballo por Carlota Moseguí



La escabrosa cotidianidad fragmentaria es el síntoma de una sociedad descompuesta. En el primer asalto, Pablo López Carballo esboza la Historia de Europa en trece actos o minutos seccionados aleatoriamente que albergan el acontecer de tres milenios. La poética del autor señala su incesante voluntad por desvelar el fundamento que consiente toda división. Es decir, aquel soporte insoluble que mantiene el mundo en su integridad a pesar de su carácter segmentario.

López Carballo no opta por relatos pueriles, más bien hallamos una escenografía repulsiva que, presuntamente, va a ejercer el cometido anhelado. En otras palabras, las anécdotas escogidas sintetizan la vulgaridad de la realidad fenoménica. Concretamente agrupa el texto de forma siniestra, sirviéndose de la sangre, la mutilación, el maltrato animal o el sexo anal. El escritor acentúa dicha ordinariez a través del elemento macabro; procurando la conmoción del lector ante las sensaciones de terror y asco. De este modo, mugre y trivialidad se declaran componentes unitarios de la división mundana.

Crea mundos y te sacarán los ojos huye de la cómoda autobiografía con el fin de justificar una problemática más arriesgada. El consagrado poeta debuta como excelente prosista aunque, difícilmente, logra escapar de su condición primera puesto que, en muchos pasajes, se evidencia la tentativa frente al dominio del lenguaje y, sobre todo, la intermitente ansia por lograr la integración del espacio en el tiempo.

Fuente: El Sindicato: blog de Carlota Moseguí


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El libro más allá del libro: Pan para la princesa de Elise Plain


Un libro, y esa es la magia, siempre puede mutar en las manos del lector.



"Beauty, death" is an experimental project of sound poetry, jazz and art music by Elise Plain & Susan Campos

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jueves, 22 de marzo de 2012

Palabra hecha de sangre y agua: pequeña antología de poesía líquida

A Elena Pedrosa, Ynma Niego y Teresa Claramunt

Tu palabra,
hecha de sangre y agua.
Teresa Domingo, Luzbel de penumbra

Lo primero es un punto, lo segundo un movimiento, lo tercero una línea, lo cuarto una figura geométrica, diez, cien, miles de ellas. Lo quinto es el agua. 
Agua que fluye por las venas del mundo. Quizá los muertos se muevan bien en el agua. Agua de Samarra, de Kairuán, de Al-Ándalus, porque ellos siempre amaron el agua. Cómo no amar lo que no se tiene. 

El único lujo aquí
es el agua caliente.
La certeza de tener
una piel
limpia.
La dignidad del gesto,
gota a gota,
sin jabón ni perfume.

El agua me llegó
inesperadamente (o desesperadamente?) hasta las rodillas, los muslos... El agua,
otra vez, sube por mi cintura hasta el pecho blanco y pequeño, me toca los labios.
Al final, un frescor in fi ni to de algas y sal in-va-de todo mi cuer po. ¿Qué tiene la
alegría? ¿De dónde nace? Como la tristeza va y viene, viene y va.
Elise Plain, Pan para la princesa

Y tu espejismo es agua
y el agua no se sacia desde el ay de la alquimia enterrada en el umbral de “Aanat”
el ay es el secreto de la creación
y el de la memoria
Fatena al-Gurra, Excepto yo

Glosa de Waldo Leyva: “Toda el agua que hoy limpia, lo más seguro es que mañana manche.”

Recitaban, los labios, las olas del placer.
De agua,
esencias de vida fluyen en nuestros cuerpos.
Carles Duarte, Los inmortales

Rebotamos contra las paredes de esta cárcel del idioma, instalada sobre la estera de un desierto. Qué pájaro querrá beber de este charco de autocomplacencias. Qué humano se contemplará en toda esta agua por la que circula con lentitud de vaca el universo. Una huella seca significa más que esto, relata mejor lo que se entusiasma y se pudre.
Estíbaliz Espinosa, papel a punto de

Cuatro pasos de agua son frontera
entre su ombligo y la autopista.
Confío en la ruta de mordiscos de su espalda.
Elena Medel, Vacaciones

Se abren grietas en el suelo. El agua fluye por la cascada de Shiraito; ahora mis pies descansan.
Pablo López Carballo, Crea mundos y te sacarán los ojos

Pregón de lejanía y socorro
como una olvidada noche de agua.

Este pájaro no sustituye a la teoría
pero su fe amarilla
en el espacio nos hace débiles
como el agua.
Alberto Santamaría, Interior metafísico con galletas

Pinos, penumbra.
El agua del crepúsculo
apaga el bosque.
Eduardo Moga, Los haikús del tren

Deseas pensar, pero tu mente poco a poco se va hundiendo en la lluvia febril. En el aullido que desnuda las aguas. Tu mente, frente a algo inconcebible que emerge de las aguas, desapareciendo,
dejando de ser.
Raúl Quinto, Idioteca
Agua en la noche,
da a mi incierto interior
sonoros
hilos.
Y un norte
siempre en fuga.
Y una abstracción
de viajes.
Lorenzo Oliván, La noche a tientas

Terminarás por casarte con ella, ya lo verás, no digas de este agua no beberé porque el agua puede convertirse en vino, es ley de vida.
Pedro Casariego Córdoba, Qué más da


Antología ampliada el 22 de marzo de #2013añopoético

Digamos que como Cristo camino sobre las aguas
Veo el nombre
El nombre, en el ronsel de las aguas
Se dibuja el nombre después de cada naufragio
Maite Dono, Sobras

Escribí Copérnico en el agua y
se formaron 300 órbitas azules.
David Meza, El sueño de Visnu


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miércoles, 21 de marzo de 2012

Revista de novedades para celebrar la poesía




«La poesía es una de las expresiones más elevadas de la lengua y la cultura. Es la libertad absoluta del verbo y la creación, elemento constitutivo de la identidad y también, a menudo, ingrediente de la construcción de nuestra identidad personal, como la música, la danza o las artes plásticas.»
Irina Bokova, Directora General de la UNESCO

Felices versos a todos.

lunes, 19 de marzo de 2012

Epidermia de Sara R. Gallardo Por Juan Andrés Garcia Román


La poesía y otras enfermedades

Sara R. Galardo y Juan Andrés García Román. Foto: Ana Santos Payán
«Mi poesía es fruto del dolor / no de la primavera» (p. 25) reza uno de esos haikus rotos con que a modo de declaración de principios, se abre esta Epidermia (El Gaviero, 2011) libro inaugural de la poeta Sara R. Gallardo (1989), una de las nuevas voces que reivindican un espacio en el panorama, tan difícil siempre de dibujar, de la poesía española contemporánea.
El dolor, un dolor de realidad que desearía distanciarse de la quejumbre lírica decimonónica y de la historia de la poesía en general, incluida la más reciente, la generación inmediatamente anterior, para la que la queja era asumida en el mismo gesto de búsqueda de sentido, en una problematización de lo real y un análisis exhaustivo de “lo visible”. Y es que una de las características más notables de muchos de los (y sobre todo las) poetas más jóvenes (algunos de ellos reunidos en la antología Tenían veinte años y estaban locos, La Bella Varsovia, 2011), es el prurito de realidad, hiperrealidad y hasta feísmo. Pues si bien ello no desbanca paradójicamente el gusto por la imagen inquietante o audaz, sí contribuye al predominio de lo rabiosamente vital (reivindicación incluida o no) sobre el afán especulativo, intelectual o lingüístico.
Dentro de esta tendencia, la poesía de Sara R. Gallardo es una de las que más airadamente se rebelan contra el discurso heredado, hasta el punto de lograr incardinarse en la coordenada (¿en la tradición?) de la anti-poesía, del anti-poema, la preferencia por lo carnal y lo corporal («La piel nos conduce a lo ajeno», p. 35) frente a lo literario y lo simbólico. En este sentido, el libro propone un viaje a la intimidad del yo lírico a lo largo de sus tres secciones, desde el aforístico “Cuaderno de rastrojos” al hamletianamente disconformestream of consciousness de “Cartas mitológicas”, pasando por “Historial”, segunda sección del libro en la que predomina el poema en prosa, novelado, narrativo. Sin embargo,   el camino hacia la (creciente) confesionalidad que vertebra el poemario no está desde luego privado de obstáculos y de preguntas por la propia legitimidad de la poesía, hasta el punto de que el relato de la historia íntima vaya ligado a la subversión del decir contra la capacidad representativa o apelativa. Porque, en fin, a lo que asistimos es a un suicidio textual, a la conciencia de una vivencia propia e inintercambiable, así como a la rabia por no poder expresarla o hacerla perdurar en las palabras del otro, de los otros, unos otros de repente percibidos como enemigos.
Ocurre por ejemplo que a medida que avanzamos en la lectura, vamos siendo conscientes de que el tú apelado en los poemas no es un deíctico al uso, sino que parece corresponderse con una y solamente una identidad real y empírica o biográfica. Entretanto, el lector va tornándose en ineficaz compañero de viaje de esa maniobra de desguace, desmonte, de lo literario. Hasta que acabamos asistiendo a un tono que no por epistolar es menos inefable y un discurso que, aun desbordante, percibimos cada vez más solo, y hasta desesperadamente solo, como apunta en su prólogo José Luis Piquero: el aria de un solista en un teatro vacío. «Gatina» (p. 81) es como se hace llamar en uno de esas cartas el sí mismo, el yo, recordando que en algún tiempo el destinatario de la carta la llamaba así. Porque nadie comprenderá su significado excepto ella, la Sara R. Gallardo que escribe y no la que se refleja en el dudoso espejo de sus versos. «Gatina», dice, igual que quien dibuja en el tronco de un árbol un corazón de una forma irrepetible. Igual también que las palabras «Oh Isidoro» y «Oh lenguaje» con las que Alejandra Pizarnik “ensució” una pizarra antes de morir. Su último poema, el que no puede escribirse, el verdaderamente suyo: «Y eso me hace recordar la forma exacta y el color exacto de tus ojos, tus ojos diferentes, tus ojos-fantasma, el cíclope que compartíamos. Y siempre tuviste una mancha en el brazo, una mancha parecida a Gran Bretaña» (p. 86). Hablamos por tanto de una experiencia no representativa, no asimilable tal vez a un yo distinto al de la autora. Nadie tal vez volverá a decir «Gatina»; y esto puede recordarnos al balbuceo incomprensible del niño de Auschwitz Hurbinek, sus “palabras” (mass-klo matisklo) que seguramente evocaban un nombre propio o un juego infantil, pero sin realidad para los que lo rodeaban, por más que Primo Levi tomara buena nota de ello.
Así pues, la marca del yo, del relato autobiográfico, el yo de las cartas y de los poemas, que constituyó para Käte Hamburger el eje en torno al cual giraba toda posibilidad de lo lírico en cuanto género literario, se topa aquí con la palabra de quien no quiere ser ese sujeto lírico, quien no desea entenderse ni sentirse entendido, consolado en el mal de muchos de la literatura. La poeta parece detestar el reconocimiento de su talento poético y la capacidad para tener un acceso a lo social por esa extraña vía de emergencia que es el poema y sus ancianos conceptos -palmadita en la espalda incluida- de belleza, bondad, enamoramiento: «y amamos la belleza. eso lo sé. yo amo. llamas bonitos a mis ojos. Como si la poesía pudiera ser bonita. no amas mis ojos. no amas la belleza de mis ojos. amas, al fin y al cabo, la idea. al fin y al cabo, al fin, no son mías las golondrinas. no son míos ni los picos ni el amor. Como otros dijeron exigieron “aparta, aléjate de mí, llévate, sucia, de aquí, estos poemas”» (p. 46).
Esto es, nos hallamos muy cerca de los poemas finales y de renuncia de la austriaca Ingeborg Bachmann («¿Debo exprimir la libido de las consonantes?») de su “Ningúndelicatessen”. Y bien sabemos que en alemán la palabraDelikatessen no se refiere sólo al bouquet para un paladar exquisito, sino también a la carne, la carne muerta de las charcuterías; la carne, la piel, el cuerpo del delito ejercido por los otros, “lo ajeno”, en definitiva.
No es, por lo tanto, en vano que de las bécquerianas golondrinas se singularice el “pico”, la boca que devora, que picotea, y no la garganta que canta o las alas que vuelan. La poesía no es bella ni tampoco inocente. Además, la poesía no puede decir, no sabe generalizar sin idealizar, sin sublimar lo que sencillamente no desea ser reconocido como amor. Tampoco los poemas de Sara R. Gallardo quieren ser poemas de amor. Y sin embargo Epidermia es en gran medida, o acaso en toda su medida, un cancionero o anti-cancionero amoroso. Los poemas adquieren a veces la apariencia de adolescentes cartas de amor, -“Posible contestación a las cartas no recibidas” (p. 80 - 81)- pero se trata solamente de eso, una apariencia, porque el discurso sabe al pie de la letra el camino de su extinción, de su revocación. El aparente desaliño de los versos encabalgados o de los fragmentos en prosa, a veces sonoramente indiferenciables del verso, adquiere su dimensión y también su verdad cuando nos revela sus torsiones, sus requiebras, su hesitación y su coherente incoherencia.
Pero hay, para finalizar, un aspecto más que, al hilo de lo que estoy diciendo, se me antoja verdaderamente significativo, lo es, de esta (anti-) poética, de esta diría que “voz propia” de la que Epidermia es testimonio. Quiero referirme a cómo la expresión de la denuncia y la reivindicación de unos principios o valores éticos se vuelca en el poema por mediación de un desvío, o, por la misma lógica distorsionada, lo confesional se deriva de un circunloquio, de una incapacidad de decir y, también de un “afuera” (eso que llaman “extimidad” y se relaciona con la expresión de estados personales en redes sociales y, por tanto, públicas).
Es curioso, en efecto, que todos los aparentes “buenos” valores de nuestro estado social sean abordados por sus contrarios, analizados extramuros, como si al verlos a contraluz expresasen mejor a un ser humano que ya se encuentra completamente preso de la máquina que instrumentalmente construyó. Creo que existe una relación directa en el hecho de que el sujeto (del conocimiento, de la ciencia y la técnica, del discurso) sea contemplado mejor desde la perspectiva del objeto y el hecho de que amor sea reivindicado desde su materialidad: el sexo por ejemplo (como en el conmovedor poema “Filme”). Y en este orden de cosas, también resulta elocuente que la ternura o la piedad sean reclamadas desde el odio, desde la voz impía e inhumana de un “ello” monstruoso.  
Ocurre con el poema en el que una mujer -en realidad un usuario de cualquier chat y a la vez el trasunto más depravado y triste de la prostituta baudelairiana- recibe un mensaje electrónico incierto y casi terrorífico: «Ven, anda. Solo puedes inspirar pena. // A veces deseo ser tú. Pero luego pienso en tu inválida existencia, en tu miseria. Y, sí, entro a ver si estás. Ahí, enchufada a la corriente. Drogada, creyendo que esto se parece a la vida» (p. 60-61). ¿Pero quién está escribiendo? Eso no lo sabemos, quizás un algo o un alguien que, como el egoísmo o los monstruos de nuestra vieja razón, ha llegado a suplantar nuestra identidad. Una identidad que sabemos viva en libros como Epidermia, precisamente porque en sus páginas los conceptos de verdad, intimidad o poesía continúan buscando una definición.  
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domingo, 18 de marzo de 2012

MI PADRE ES LA BOMBA por Juan Manuel Gil

El Gaviero Ediciones publica un anticipo del próximo libro de Juan Manuel Gil para felicitar con humor y cariño a todos los padres. 
Foto: Ibáñez

1.
[En la puerta de mi casa. Mi padre en una silla. Yo sentado en la acera.]
Yo: Menudo día. Parece que esté empezando el verano.
Mi padre: Éste ha venido con ganas de hablar.

2.
Yo: ¿Papá, quién ha arreglado el termo?
Mi padre: Sí.

3.
Mi padre: Niño, ¿qué es exactamente eso del facebook donde dice tu hermano que salgo?
Yo: Una red social creada por Mark Zuckeberg, cuya infraestructura principal está formada más de 50.000 servidores que usan distribuciones del sistema operativo GNU/Linux usando LAMP.
Mi padre: Me gusta.

4.
Yo: Voy a venir a verte todos los días.
Mi padre: Eso será uno de tus poemas, ¿no?

5.
Yo: Qué difíciles son las despedidas, papá. Ella está ahí, pero a la vez ya no está. Ni yo tampoco. Es algo raro. Y sin saber muy bien cómo decir las cosas. ¿Sabes de qué te hablo?
Mi padre: Ahora vengo.

6.
Yo: Debería tomarme algunas vitaminas. Últimamente me siento muy cansado.
Mi padre: Eso va a ser de hablar.

7.
Mi padre: Te quiero.
Yo: ¿Qué?
Mi padre: Es broma.
Yo: Y yo.
Mi padre: Que es broma.

8.
[Al teléfono]
Yo: Papá, ¿cómo estás hoy?
Mi padre: Espera, que es tu madre la que lleva ese asunto. Te paso con ella.

9.
Yo: Este sistema electoral es una gran estafa.
Mi padre: Uf, qué pereza, Juan. Antes prefiero que te arranques con uno de tus poemas.

10.
[Viendo el telediario]
Mi padre: Niño, tú no hiciste la mili, ¿no?
Yo: No, ¿por?
Mi padre: Nada. Por la zapatiesta que está al caer. Te habría venido bien tener unas nociones básicas.

11.
Mi padre: Juan, ¿tu móvil tiene teletexto?
Yo: No.
Mi padre: Entonces, ¿por qué cóño lo miras tanto?

12.
Yo: Paparl, ¿para cuándo ese pedazo de árbol de navidad, pecador de la pradera?
Mi padre: Juan, estás sobrevalorado en Almería. Te lo digo sin rencor.

13.
Yo: Papa, dime una frase para Facebook que esté a la altura de este día. Un aforismo revelador de los tuyos. Una temática guapa y auténtica. Un electrón verbal. Un calambrazo léxico.
Mi padre: Eres adoptado.

14.
Mi padre: Juan, de qué me suena eso de "Todo es insignificante, nada es tan preocupante, y el espacio es un lugar tan vacio sin ti, Lady Blue". ¿Lo has escrito tú?

15.
Mi padre: Entonces, se cristaliza una idea en tu mente, sacas ese cuaderno negro, intentas darle la única forma posible, que en tu caso es la escritura, lo dejas un tiempo que repose, vuelves al texto para sacarle brillo y, si consideras que capturaste con precisión aquella idea o emoción, das por terminado ese trabajo. ¿Es así?
Yo: Eso es.
Mi padre: ¿De verdad?
Yo: Que sí.
Mi padre: Juan, las cosas que tengo que aguantarte.

16.
Telefonista: ¿Acepta una llamada a cobro revertido?
Yo: Sí.
Telefonista: No cuelgue. Le paso.
...
Mi padre: Niño, tu madre pregunta que si vas a venir a comer.

17.
Mi padre: Juan, vamos a hacer un ERE en la familia. Quiero que sepas que a mí me duele más que a ti.

18.
Yo: Domingo soleado en el sur. ¿Se puede pedir más?
Mi padre: Ser pinchadiscos en una terraza.

19.
Yo: Me he pasado toda la noche escribiendo.
Mi padre: Juan, ¿tú por qué eres así? ¿Tu madre y yo te hemos hecho algo?

 (Almería, 1979). Está incluido en numerosas antologías. Formó parte de la primera promoción de artistas de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores. Con 'Guía inútil de un naufragio' (DVD ediciones, 2004) ganó el Premio de Poesía Andalucía Joven. En breve se publicará un volumen de artículos bajo el mismo nombre que este blog. Escribe semanalmente en 'La voz de Almería'. En 2008  publicó con nosotros su primera novela: 'Inopia' que podéis comprar aquí.

Epidermia de Sara R. Gallardo por Diego Nieto Velasco



Si cada libro de poesía contiene la posibilidad de un país, puede que un chorro de sangre seca componga la bandera adecuada para Epidermia, el debut de Sara R. Gallardo en el panorama lírico joven. Que no cunda el pánico. Epidermia es un digno asalto a las múltiples voces que un autor ha de habitar antes de atarse al mástil de la propia, pero también un catálogo de ausencias y de pladur, de ventanas que no se cierran del todo y dan la bienvenida a los insectos en invierno. Sabe el lector desde el principio que no hay nada gratis en Epidermia, y quizá eso lastre un tanto al conjunto, demasiado solemne, preocupado en celebrar un paradójico aislamiento actualizado, táctil, aparentemente incapaz de levantar la mirada de las ruinas inevitables y proponer una huida, porque el dolor es un agradecido lugar de debate. 

Soledad, desarraigo, culpabilidad, confrontación con el mundo. No hay otro campo de juego que no sea el de la propia piel. Sara R. Gallardo devora la cáscara del huevo pese a sus aristas. Una piel irritada tras el placer. La difícil convivencia con el recuerdo revisitado, casi siempre puesto bajo sospecha. Las madres/ (ahora lo sé)/ nunca entraron a buscarnos. Las carencias culturales de una infancia suburbana. Pero ¿Estaba la solución en las bibliotecas de los otros niños? 

Muero porque me arrojo [...]/porque quiero vivir en el fuego, escribió Vicente Alexaidre. 

Dividido en tres partes: Cuaderno de Rastrojos como entrante salado, Historial que ilustra un Internet con su desengaño a domicilio, y la incómoda conciencia de las Cartas Mitológicas, Epidermia supera al personaje de Bruce Willis, y lo hace sin metralleta, pese a manejar bazookas en direcciones contrarias. Descalza ante una jungla de cristales rotos no duda en zapatear como un b-boy febril. Epidermia es sobre todo un sacrificio ritual que adquiere forma de confesión. Pero si la poesía confesional aspira a ser algo más que una mera purga, esta tiene que venir dotada de imagenes solventes. Así es como el poemario consigue abrirse paso entre zarzas. Y es que en Epidermia se puede leer que la piel conduce a lo ajeno, que es mejor morir de sed que de lenguas nómadas, que aún queda tanto deseo/ en medio de toda esta/ tristeza de sal, y de repente esa bandera herida empieza a tener sentido. Unas imágenes que progresivamente se van apeando de la sintaxis, creando un discurso sincopado, el de alguien desnudo que afila un hacha, sin saber qué quiere o debe hacer con él. 

La edición del Gaviero, en su colección Troquel, es tan singularmente frágil como la situación en entredicho del soporte físico de los libros, y sin embargo esta fragilidad se convierte en su razón de ser, en una defensa del libro como monumento físico a lo que guarda, una oda a las texturas, a lo no digitalizable. 

Epidermia nos devuelve la duda de si es más bella la hemorragia que la cicatriz.

Fuente: Blog del Festival de la palabra de Valladalid (2012)


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